

CONCLUSIONES
El objetivo que persigue este trabajo es el de compilar toda la información disponible en cuanto a los impactos ambientales relacionados con la producción de nuestros alimentos en la Región Sur de Santa Fe y a partir de ello analizar la posibilidad de disminuir nuestra huella ecológica a través de la adopción de nuevos hábitos de consumo alimenticio.
En base a los datos analizado y los cálculos y extrapolaciones que hemos realizado, no caben dudas de que el impacto ambiental generado por una alimentación que incluye carnes, y cuya tendencia es el aumento en el consumo de productos de origen animal, podría verse drásticamente disminuído con la adopción de nuevos patrones alimenticios tendientes a incorporar más alimentos de origen vegetal.
Hemos analizado el aspecto nutricional de las dietas vegetarianas y vimos que es posible incorporar una cantidad suficiente de proteínas y otros nutrientes a través de dietas vegetarianas. El ajuste proteico que se requiere al eliminar la ingesta de las proteínas animales es relativamente pequeño y el vegetariano demanda para alimentarse una superficie mucho menor de la que demana el animal del cual se alimenta una persona omnívora.
Hemos visto que la Región Sur de Santa Fe genera recursos para alimentar una población estimada de 26 millones de personas alrededor del mundo, pero que en el camino ha perdido prácticamente todo su caracter natural, casi toda su biodiversidad y se han visto seriamente comprometidos muchos de los servicios ambientales de los cuales nos beneficiamos. Sus tierras aún son fértiles, pero si se continua en el camino de la sobre-explotación corremos el riesgo de agotar nuestros suelos y desertificar nuestra tierra. El cambio a una dieta vegetariana podría dar respiro al ecosistema agonizante del sur de Santa Fe, podría permitir la liberación de tierras al mismo tiempo que podría alimentar a una mayor población.
Vimos también que la actividad ganadera en todo el mundo utiliza grandes cantidades de agua dulce. La cría y el procesamiento de los animales que son alimentados con los recursos de la Región utilizan un total de 13.300 millones de m3 de agua al año, eso representa 36 millones de m3 por día o 422 m3 por segundo.
Vimos que la ganadería es una de las principales emisoras de gases de efecto invernadero al mismo tiempo que es una de las principales causas para la deforestación en todo el mundo. Si la Región sur de Santa Fe tendría que abastecer de alimentos a una población vegetariana compuesta por el mismo número de personas que se alimentan en la actualidad gracias a estos recursos, las emisiones de gases de efecto invernadero serían equivalen al 0.87% de las emisiones actuales.
Si la población del mundo decidiera, hoy en día, volverse vegetariana. Los resultados ambientales para la Región Sur de Santa Fe serían:
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Las superficies no ocupadas, consideradas como tierras libres (actualmente 8.3%) se incrementarían considerablemente, pudiendo ocupar más de la mitad de las tierras de la Región (58%) y pudiendo incluir, además de las actuales tierras inundadas e inundables, una cierta proporción de suelos de fertilidad media o alta para permitir un reestablecimiento del ecosistema autóctono.
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Si se quiere que el total de las tierras actualmente productivas continuen con ese uso, sería posible alimentar a 111.5 millones de personas vegetarianas (3 veces más que la cantidad actual).
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La disponibilidad de tierras podría habilitar la oportunidad para incursionar en sistemas agrícolas más sustentables, aún cuando ellos representen rendimientos menores.
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El mundo se ahorraría un gasto de agua dulce equivalente a 13.300 millones de m3 de agua al año.
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Se reduciría la llegada de contaminantes orgánicos a los cuerpos de agua, teniendo en cuenta que los 554.000 vacunos que existen en la Región generan casi 30 mil toneladas de estiércol al día.
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Consecuentemente se reduciría el riesgo de eutrofización y contaminación patogénica de cuerpos hídricos.
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También se eliminaría la llegada de una gran cantidad de antibióticos a los cuerpos de agua, que colaboran en la desaparición de microorganismos acuáticos y en el incremento a la resistencia bacteriana cuando llegan a nosotros a través del agua de bebida.
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Mejoraría la condición de los suelos en aquellos ambientes en donde el pastoreo colabora actualmente con la degradación de la textura del suelo, generando superficies compactas que obstaculizan la infiltración y aumentan los fenómenos de erosión por arrastre. El restablecimiento de la estructura edáfica ayudaría al correcto funcionamiento de las cuencas hidrológicas superficiales y subterráneas, disminuyendo las escorrentías y permitiendo la recarga de acuíferos.
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Se dejarían de emitir 4.124 Gigagramos de gases de efecto invernadero (CO2 eq) al año
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Una reserva de 9.038 Gigagramos de CO2 sería absorbida y quedaría incorporada en la biomasa
En base a los datos que hemos analizado, tanto a nivel regional como a nivel global, estamos en condiciones de formular una respuesta para la pregunta que nos hacíamos en el Capítulo 1: ¿Podemos pensar que la ganadería está entre las causas principales de cada problema ambiental?
Sí. Indudablemente sí. Hace tiempo que hemos tomado conciencia respecto a otras actividades de alto impacto ambiental y tanto ciudadanos, como gobiernos, como organizaciones están tomando compromisos en post de reducir esas actividades o sus efectos negativos. Tenemos que tomar conciencia de que la ganadería es una más de estas actividades que es necesario reducir y que cada uno de nosotros tenemos el poder de hacer algo al respecto, de contribuir con nuestra parte.
Reflexión final
Basta con observar la Tierra desde afuera. Si vemos cualquier imagen de nuestro planeta tomada desde el espacio... ¿qué vemos? Vemos los océanos, vemos los grandes desiertos y las grandes áreas selváticas del mundo, vemos la formación y desintegración de tormentas y huracanes. Pero cuando nuestro planeta gira y le da la espalda al sol... entonces vemos otra cosa. Vemos luz. Observando desde el espacio es posible distinguir una especie que no sólo existe en ese planeta... sino que claramente es una fuerza más, tan potente y tan implacable en su capacidad creadora y transformadora como el resto de las fuerzas naturales que dan forma a nuestro mundo.
Individualmente cada uno de nosotros podemos sentirnos pequeños e insignificantes ante la vastedad de los mares, la enormidad de las montañas, la grandeza de los lagos y glaciares. Pero la humanidad en su conjunto constituye una magnitud comparable. Somos una gran masa viva, somos una masa viva que demanda de muchos recursos. Demasiados. No sólo para satisfacer nuestra calidad de vida, demandamos mucho simplemente para alimentarnos, para sustentarnos biológicamente.
Es absolutamente necesario que entendamos lo que hacemos como conjunto, la magnitud de los impactos que provocamos, y tenemos que entender que lo que hacemos como conjunto es la suma de lo que hacemos individualmente. Y es por eso que, en gran medida, el destino de la Tierra se define en el supermercado. Vivimos en una era de globalización, en la cual nuestros hábitos de consumo tienen un impacto real en otros lugares y en otras personas, en lugares y personas que a veces son tan lejanos que se vuelven abstractos y fáciles de ignorar. Pero somos responsables. Somos responsables por la escases de agua cada vez que derrochamos ese recurso. Somos responsables por la desaparición de bosques cada vez que consumimos alimentos que se originan en cultivos de desmonte. Somos responsables del cambio climático al elegir cual será nuestro medio de transporte. Somos responsables cuando optamos por conductas destructivas, cuando optamos por conductas egoístas, es por ello que se hace indispensable, ante los riesgos ambientales y humanitarios que afrontamos hoy en día, conocer el origen de nuestra comida, de nuestra vestimenta, de cualquiera de los productos cuyo consumo promovemos con nuestra compra, para poder verdaderamente comprometernos y tomar decisiones acertadas, para poder cuidar de las comunidades actuales y futuras.
Si hay algo que caracteriza a los seres humanos es su capacidad de adaptación a los nuevos retos impuestos por el entorno y nos encontramos en un momento en el cual nuestra civilización ha creado un escenario fértil para el colapso. ¿Somos libres de elegir? Si. Pero no del todo. Nuestras acciones en gran medida están forjadas y afianzadas por nuestra cultura. Sin embargo... Si hay algo que caracteriza a los seres humanos es su capacidad de adaptación. Y la situación amerita que, al menos, nos cuestionemos cuál es el precio a pagar por aferrarnos a ciertas costumbres, hasta dónde es ético dar rienda suelta a nuestros placeres gastronómico-culturales.
Si queremos seguir existiendo y si queremos seguir teniendo un planeta en el cual existir, ya es hora de salir de nuestro letargo y afrontar la realidad, por la cual somos todos resposables.
La pregunta es: ¿podemos cambiar el destino del planeta? No podemos finguir que sabemos como terminará esto, pero lo que podemos hacer es controlar lo que hacemos al respecto. Como vivimos nuestras vidas, lo que consumimos, cómo nos involucramos.
Un cambio masivo es requerido enseguida, uno que lleve a nuevas conciencias colectivas, una nueva evolución colectiva de la raza humana, inspirada y habilitada por un sentido de urgencia de todos nosotros.
Me aterroriza pensar en la vegüenza que cada uno de nosotros sentirá cuando nuestros hijos y nietos miren atrás y se den cuenta de que teníamos los medios para detener esta devastación pero simplemente faltó voluntad para hacerlo.
El mundo hoy está observando, mañana seremos elogiados por las generaciones futuras, o denigrados por ellos. Somos la mejor esperanza de la Tierra, debemos protegerla, o nosotros junto a todas las cosas vivientes que apreciamos, seremos historia.
Leonardo Di Caprio
Mensajero de la Paz de las Naciones Unidas
22 de Abril de 2016