
INTRODUCCIÓN
Combustibles fósiles, energías sucias, minería a cielo abierto, agrotóxicos, montañas de residuos urbanos e industriales... todo esto se nos viene a la mente cuando pensamos en las causas de los mayores problemas ambientales de la actualidad.
En las últimas décadas hemos visto con nuestros propios ojos el rápido deterioro de los ecosistemas y muchas comunidades alrededor del planeta han comenzado a padecer las consecuencias. Por ello es que no nos quedó opción más que asumir la gravedad y urgencia de muchos de los problemas ambientales de la actualidad. No obstante, aún no nos preguntamos abiertamente por los impactos ambientales asociados a las actividades pecuarias y al consumo de carnes.
Hoy en día el vegetarianismo se perfila como una tipo de alimentación adoptada por un pequeño, aunque creciente, grupo de personas casi exclusivamente por motivos de moral y trato ético hacia los animales. Sin embargo cuando uno comienza a indagar en mayor profundidad, encontramos una realidad mucho más compleja. Hay alarmas que suenan a favor y en contra. Hay datos desparramados y gran desinformación. Vivimos un momento crítico: las poblaciones se multiplican y los recursos se agotan, como consecuencia las crisis humanitarias se intensifican y ya no es posible separar los problemas ambientales de los problemas sociales, porque un medio ambiente frágil e inestable tiene como consecuencia el colpaso de las comunidades más vulnerables.
Hoy, más que nunca, es fundamental que el desarrollo de los sistemas alimentarios sea sostenible e inclusivo. Que nos enfoquemos más en la eficiencia del proceso que en el crecimiento económico. Que podamos producir más con menos. Es por ello que debemos cuestionar nuestros patrones de consumo alimenticio y debemos preguntarnos por los procesos involucrados en la producción de nuestros alimentos.
Este trabajo persigue un cambio de paradigma en el cual no se busca mejorar los sistemas productivos existentes para que más eficientemente puedan estar a la altura de los actuales niveles de consumo, sino cuestionar estos modelos de consumo, construidos sobre bases de absoluta inequidad social, y proponer variaciones de los mismos, para que, a través de nuevos patrones alimenticios, los sectores productivos evolucionen efectivamente hacia tendencias más eficientes y sustentables.